Rosa Navarro

Rosa Barranquilla by Aldo de Sousa

Aldo de Sousa galeria
Del 19 de julio al 31 de agosto de 2021
Buenos Aires, Argentina

La galería Aldo de Sousa presenta por primera vez en Buenos Aires una selección de obras de los años ochenta de la fotógrafa colombiana Rosa Navarro.
La obra de Rosa Navarro es una exploración identitaria en torno a su nombre y la feminidad, enfocado en las posibilidades semánticas y simbólicas del rosa. Sus indagaciones se exteriorizan en sugerentes autorretratos, en los que utiliza su propio cuerpo como herramienta para la exploración y los juegos del lenguaje.
Estas fotografías fueron realizadas en Barranquilla, una ciudad húmeda, de patios con enredaderas florecidas y alcobas; ciudad que tuvo un despertar intelectual y artístico en los años cincuenta, cuando se reunía en el restaurante La Cueva el mítico grupo de Barranquilla, conformado por los escritores Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio y el pintor Alejandro Obregón, entre otros. A finales de los años setenta, Barranquilla fue una ciudad fundamental para la emergencia del arte conceptual del país, con artistas como Álvaro Barrios, el colectivo El Sindicato, Álvaro Herazo y Antonio Inginio Caro, maestros de una generación de artistas que experimentó con la fotografía y su cuerpo, entre los que destacan Alfonso Suárez y Rosa Navarro, una de las pocas mujeres que participaron en el circuito de arte conceptual en el Caribe. Aunque su actividad artística fue breve, participó de exposiciones en prestigiosas instituciones de su país. Recientemente, formó parte de la exposición Mujeres Radicales la cual ha sido fundamental para comprender el desarrollo de las artistas latinoamericanas en la segunda mitad del siglo XX.
Esta exposición en Aldo de Sousa es fruto de la colaboración con su par Espacio El Dorado, galería de arte contemporáneo de Bogotá, que desde el 2019 se ocupa de difundir y revalorizar la obra de Rosa Navarro. Se puede visitar de lunes a viernes de 12 a 19 hs. en nuestra sala de Arroyo 858, Buenos Aires.  

Caligramas de Rosa
por Sylvia Suárez

“A pesar de las apariencias, el caligrama no dice, en forma de pájaro, de flor o de lluvia: «esto es una paloma, una flor, un aguacero que cae»; desde el momento que se pone a decirlo, desde el momento en que las palabras se ponen a hablar y a conferir un sentido, ocurre que el pájaro ya ha echado a volar y la lluvia se ha secado.”
Michel Foucault

Para Rosa Navarro, hay al menos dos comienzos de la historia de su obra: el primero viene con el hallazgo de unos galones de pintura rosa, abandonados en la Escuela de Bellas Artes de Barranquilla; Rosa no puede evitar meter sus manos en el tarro y sacarlas pintadas de R-rosa.
En el segundo, siendo una niña aún, Rosa está jugando a dibujar con un palo sobre la tierra mojada por la lluvia, en el patio trasero de su casa, en Santo Tomás. En el patio hay un palo de mango, una palma, un níspero. La voz de la naturaleza en Santo Tomás es fuerte, incluso hoy el municipio apenas es atravesado por la fuerza urbanizadora.
A pesar de ser anecdóticos, estos dos puntos de partida contienen elementos esenciales de la práctica artística de Navarro: primero, su atracción por la transmigración de los referentes, incluso, o sobre todo, la suspensión de ella misma como referente último de su nombre; y segundo, su regocijo frente al carácter fugaz de los juegos del lenguaje. Dos principios poéticos que dotan su obra de un carácter performativo inexpugnable, que cobija todas sus series bajo un solo y gran juego de transfiguración. No en vano la declaración que encierra toda su obra es: “La naturaleza habla: habla la rosa”.
La palabra caligrama viene del griego kállos (belleza) y grammé (trazo, contorno) = figura bella. Un caligrama es el texto/imagen donde la disposición caligráfica itera el contenido del texto, y viceversa. Para Foucault, en su famoso ensayo sobre la obra de Magritte, Esto no es una pipa, el caligrama no reafirma el significado de la imagen en el texto; al contrario, “en el momento en que debería dar el nombre, lo da, pero negando que sea aquél”; en este sentido Foulcault pregunta “¿de dónde proviene ese juego extraño, si no del caligrama? Del caligrama que dice dos veces las mismas cosas (allí donde sin duda bastaría una sola); del caligrama que hace deslizar uno sobre otro lo que muestra y lo que dice para que se enmascaren recíprocamente.”
La obra de Rosa Navarro coincide en muchos sentidos con este juego de enmascaramientos recíprocos, ya no sólo de las imágenes y los textos, sino también del habla, de los gestos y del cuerpo como enjambre de signos. Una mirada transversal a su obra, deja ver que su presencia así, como un palimpsesto sobre el que el sentido aparece siempre en el acto de fugarse, es el hilo conductor.
Hay incluso un punto de origen más en la narrativa de Navarro sobre su formación como artista: ver a su mamá en sus labores de costura y decoración, y en especial, aprender con ella a hacer flores de crespón para una tarea del colegio. Rosa también recuerda su fascinación infantil al escribir su nombre con las tizas rosadas que su mamá usaba para el patronaje cuando confeccionaba ropa, lo cual implica un vínculo profundo de su poética con el recuerdo de Rosa, que es también el nombre de su mamá. Ella también hace parte importante del enjambre hermenéutico que Navarro moviliza alrededor de su nombre.
Para Carmen María Jaramillo, Navarro, al contrario de otros artistas conceptuales “no estaba interesada en relaciones puramente tautológicas entre las palabras y las cosas. En lugar de eso, su interés estaba en las relaciones ambiguas, que eluden y abordan el mismo concepto de formas diferentes (...) Diferente del abordaje más directo de Kosuth, Navarro consideró la palabra rosa en niveles múltiples y complejos y buscó varias evocaciones”. Puesto que ocurre dentro del campo psicológico que se abre en torno a la identificación con el nombre propio, su obra no se constriñe a la especulación sobre las posibilidades y límites del lenguaje, como en el caso del conceptualismo tautológico, sino que atraviesa este marco especulativo para fragmentar y multiplicar las configuraciones de su propia subjetividad.

9 caligramas, Espacio El Dorado by Aldo de Sousa

Espacio El Dorado
Septiembre de 2019 a enero de 2020
Bogotá, Colombia
Fotografias: Cortesía Espacio El Dorado

“A pesar de las apariencias, el caligrama no dice, en forma de pájaro, de flor o de lluvia: «esto es una paloma, una flor, un aguacero que cae»; desde el momento que se pone a decirlo, desde el momento en que las palabras se ponen a hablar y a conferir un sentido, ocurre que el pájaro ya ha echado a volar y la lluvia se ha secado.”

Michel Foucault


Para Rosa Navarro, hay al menos dos comienzos de la historia de su obra: el primero viene con el hallazgo de unos galones de pintura rosa, abandonados en la Escuela de Bellas Artes de Barranquilla; Rosa no puede evitar meter sus manos en el tarro y sacarlas pintadas de R-rosa.
En el segundo, siendo una niña aún, Rosa está jugando a dibujar con un palo sobre la tierra mojada por la lluvia, en el patio trasero de su casa, en Santo Tomás. En el patio hay un palo de mango, una palma, un níspero. La voz de la naturaleza en Santo Tomás es fuerte, incluso hoy el municipio apenas es atravesado por la fuerza urbanizadora.
A pesar de ser anecdóticos, estos dos puntos de partida contienen elementos esenciales de la práctica artística de Navarro: primero, su atracción por la transmigración de los referentes, incluso, o sobre todo, la suspensión de ella misma como referente último de su nombre; y segundo, su regocijo frente al carácter fugaz de los juegos del lenguaje. Dos principios poéticos que dotan su obra de un carácter performativo inexpugnable, que cobija todas sus series bajo un solo y gran juego de transfiguración. No en vano la declaración que encierra toda su obra es: “La naturaleza habla: habla la rosa”.
La palabra caligrama viene del griego kállos (belleza) y grammé (trazo, contorno) = figura bella. Un caligrama es el texto/imagen donde la disposición caligráfica itera el contenido del texto, y viceversa. Para Foucault, en su famoso ensayo sobre la obra de Magritte, Esto no es una pipa, el caligrama no reafirma el significado de la imagen en el texto; al contrario, “en el momento en que debería dar el nombre, lo da, pero negando que sea aquél”; en este sentido Foulcault pregunta “¿de dónde proviene ese juego extraño, si no del caligrama? Del caligrama que dice dos veces las mismas cosas (allí donde sin duda bastaría una sola); del caligrama que hace deslizar uno sobre otro lo que muestra y lo que dice para que se enmascaren recíprocamente.”
La obra de Rosa Navarro coincide en muchos sentidos con este juego de enmascaramientos recíprocos, ya no sólo de las imágenes y los textos, sino también del habla, de los gestos y del cuerpo como enjambre de signos. Una mirada transversal a su obra, deja ver que su presencia así, como un palimpsesto sobre el que el sentido aparece siempre en el acto de fugarse, es el hilo conductor.
Hay incluso un punto de origen más en la narrativa de Navarro sobre su formación como artista: ver a su mamá en sus labores de costura y decoración, y en especial, aprender con ella a hacer flores de crespón para una tarea del colegio. Rosa también recuerda su fascinación infantil al escribir su nombre con las tizas rosadas que su mamá usaba para el patronaje cuando confeccionaba ropa, lo cual implica un vínculo profundo de su poética con el recuerdo de Rosa, que es también el nombre de su mamá. Ella también hace parte importante del enjambre hermenéutico que Navarro moviliza alrededor de su nombre.
Para Carmen María Jaramillo, Navarro, al contrario de otros artistas conceptuales “no estaba interesada en relaciones puramente tautológicas entre las palabras y las cosas. En lugar de eso, su interés estaba en las relaciones ambiguas, que eluden y abordan el mismo concepto de formas diferentes (...) Diferente del abordaje más directo de Kosuth, Navarro consideró la palabra rosa en niveles múltiples y complejos y buscó varias evocaciones”. Puesto que ocurre dentro del campo psicológico que se abre en torno a la identificación con el nombre propio, su obra no se constriñe a la especulación sobre las posibilidades y límites del lenguaje, como en el caso del conceptualismo tautológico, sino que atraviesa este marco especulativo para fragmentar y multiplicar las configuraciones de su propia subjetividad. Caligramas de Rosa.

―Sylvia Suárez

Radical Women, Hammer Museum by Aldo de Sousa

Hammer Museum, Los Angeles, USA
15 de septiembre al 31 de diciembre de 2017

Brooklyn Museum, NY, USA
13 de abril al 22 de julio de 2018

Pinacoteca de São Paulo, San Pablo, Brasil
18 de agosto al 19 de noviembre de 2018

Curaduria: Cecilia Fajardo-Hill y Andrea Giunta


Radical Women: Latin American Art, 1960–1985 
presenta el trabajo de 120 mujeres artistas y colectivos, ambos activos en América Latina y los Estados Unidos durante un período clave en la historia de Latinoamérica y en el desarrollo del arte contemporáneo. Las artistas representan a quince países, y la selección incluye figuras emblemáticas como Lygia Clark, Ana Mendieta y Marta Minujín, así como artistas coetáneas menos conocidas como la artista abstracta cubana Zilia Sánchez, la escultora colombiana Feliza Bursztyn y la vídeoartista brasilera Letícia Parente. Esta exposición representa el primer panorama de las prácticas radicales y feministas desarrolladas tanto en América Latina como por las artistas latinas radicales en los Estados Unidos.

Las artistas de América Latina vivieron momentos tanto de represión como de liberación durante las décadas que abarca la muestra. Casi todos los países de la región estaban bajo dictaduras o fueron divididos por guerras civiles en algún momento durante ese período. Muchas de las artistas de Radical Women por lo tanto vivieron experiencias de autoritarismo, encarcelamiento, exilio, tortura, violencia y censura. Sin embargo, en esta etapa también surgieron nuevas sensibilidades. Si bien pocas mujeres artistas latinoamericanas se autoidentificaron como feministas, a menudo manifestaron en sus vidas y obras una visión del universo femenino contraria a la de los regímenes represivos firmemente arraigados en valores patriarcales. Las artistas latinas y chicanas que trabajaban en los Estados Unidos, desarrollaron propuestas estéticas que abordaron temas de marginalización de la mujer y de sus propias comunidades en la sociedad norteamericana. Muchas de ellas participaron en los movimientos de apoyo a los derechos civiles, contra la guerra, en pro de derechos homosexuales y feministas. Bien fuese viviendo en América Latina o en los Estados Unidos, las artistas abordaron las posibilidades más amplias del momento, y mientras algunas contribuyeron a la renovación de los medios tradicionales como la pintura y la escultura, otras se dedicaron a nuevas disciplinas como videoarte, performance y prácticas conceptuales.

El núcleo central de las obras que conforman Radical Woman es la noción del cuerpo político. Los ejes temáticos en torno a los cuales fue organizada la exposición —el autorretrato, la relación entre el cuerpo y el paisaje, el cuerpo cartografiado, lo erótico, el poder de las palabras, el cuerpo actuando, miedo y resistencia así como feminismos y el lugar social — sirven para ilustrar los intereses y las problemáticas compartidas de estas artistas a través de una vasta región geográfica.